Como primera noticia de 2013, nos llena de satisfacción la idéa de poner cara a quien (lo contará a sus nietos), vivió desde dentro la última temporada de “el mejor restaurante de todos los tiempos”, El Bullí. Aunque el planteamiento inicial era otro, una vez más, Dios se ríe de nuestros planes, y una llamada no realizada y una fractura inoportuna se constituyeron en aliados para una cita en El Picaporte que, en torno a una infusión y un refresco, regalaron el privilegio de la charla a quien escribe.

Carmen Rueda Hernández, jugaba en la cocina familiar de su casa de Hervás, a sumergir pequeñas hojas en chocolate caliente, buscando el modo de reproducir fielmente en este material los bordes y nervaduras vegetales. Entonces solo era un juego infantil y no sabía lo que era atemperar. Ahora sí, ahora lo sabe casi todo sobre la repostería en general y el mundo del chocolate en particular y aún así, mantiene la actitud humilde de quien se reconoce en el camino del aprendizaje continuo.

Carmen tiene un tono cálido y agradable que no se altera para referirse a su época de estudiante en Hervás, o su experiencia junto a Oriol Balagüer, Olivier Bajard, Heston Blumenthal, o Ferran Adría. Si existiera un universo culinario podríamos decir que ella ha pisado la superficie de todos los soles conocidos sin quemarse. Madrid, Barcelona, Perpignan en Francia, Rosas en Gerona, Bray en West Berkshire, Reino Unido pasando por Singapur, para volver a Hervás por Navidad. Y todo ello en el mismo tono sobrio y pausado.

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De un expediente académico normal en el instituto Valle del Ambroz, saltó a la Escuela Superior de Hostelería y Turismo de Madrid, en un viaje de ida hacia el reconocimiento de una vocación que la férrea voluntad, la actitud y el trabajo dirigen hacia el éxito. “El éxito no es sino hacer lo que te gusta, lo que haces mejor, lo que quieres hacer cada día”. En este camino de experiencia con paradas en todas las partidas de la alta cocina, también cuenta anécdotas sorprendentes, como su trabajo en la redacción de recetas infantiles para Clan TV. Ahora, a sus 29 año con la mirada puesta en el próximo World Chocolate Master en febrero, su teléfono móvil guarda en la carpeta de imágenes, mágicas creaciones que son para el espectador profano, autenticas obras de arte e ingeniería, en chocolate. Tal vez es hora de platearse si realmente hay siete o más artes, y si en el Olimpo de las reconocidas, arquitectura, música, pintura, literatura, danza, escultura y cine, no habría que ir haciendo un lugar parar la restauración y la repostería. Sin llegar a la treintena, Carmen se nos antoja como un referente equiparable a quienes consiguen el reconocimiento en cualquiera de ellas, y visibilizarlo, entre la misoginia de la alta cocina, es un motivo de orgullo y alegría para todos. En francés, en castellano o inglés, Carmen contagia la pasión por su profesión y cuida cada elección y cada paso que da, en un camino que estamos seguros, le llevará tan lejos como le lleve su genio, actitud y creatividad.